lunes, 20 de mayo de 2013

Maín, la casa de la felicidad


Madre Mazzarello es “maestra” de vida por la sabiduría con la que supo extraer lo mejor de la vida, con sus dulzuras y sinsabores, transformándolos en el perfume agradable de la cercanía y la amabilidad; de la bondad y la firmeza que conquistan. En su breve e intensa existencia pudo conocer solo los inicios de la vitalidad que encarnaba aquella pequeña y preciosa semilla, transportada desde Mornese a Francia, a Sicilia y más allá de los confines de Italia, cruzando el océano hasta llegar a América. Decir “Mornese” es por tanto referirse a una mujer que, en aquel ambiente, tenía el papel de presidir la comunidad y formar a las jóvenes educadoras según el «sistema preventivo» de Don Bosco, o según el «es­píritu del Oratorio» de Valdocco.

Cada 9 de mayo de 1837 recordamos su nacimiento en Mornese, como todos sus hermanos, creció en un ambiente pueblerino de mucho trabajo. Los Mazzarello se transladaron a una vereda cercana al pueblo de nombre Valponasca y desde ese lugar, que llegaría a tener un gran significado para la espiritualidad salesiana, María asistía a los deberes de su religión, destacándose en todo lo que tuviera que ver con la catequesis. Se educó en el trabajo y vivió para el trabajo, ayudaba a su madre en las tareas del hogar y a su padre en las labores del campo. No estaba entre sus pensamientos ponerse a estudiar porque, entre otras cosas, en su pueblo no había escuela para niñas. Cuando tuvo edad comenzó a ir a la catequesis y a los dieciséis años se inscribió en la Pía Unión de las Hijas de la Inmaculada. Perteneció a ellas durante dieciséis años que dejaron huella en la joven María.

Su amor hacia un único hombre fue sincero y eterno, ese hombre fue Jesús, a lo largo de la vida de María Mazzarello aparecieron muchas personas que lograron que ella abra sus alas hacia el servicio, entre ellas está el Padre Pestarino, el uno de los ángeles que María Mazzarello recibió en su vida y en su corazón. Así ella recibe un mensaje de María Auxiliadora en el que le decía que le confiaba todas las niñas que la necesitaban , gracias a esto logra crear una escuelita donde enseñaban a las niñas a bordar, muy empeñosa y muy consciente de la dulce responsabilidad que ella tenía.


En la vida de Mazzarello hay una fecha que jamás podrá olvidar, porque marcó para siempre el rumbo de su vida. Es el 7 de octubre de 1864, el día en que San Juan Bosco fue por primera vez a Mornese. Mazzarello no había visto nunca a Don Bosco, pero esa noche, apenas le oyó su primer sermón quedó encantada y llena de admiración. Y en esos días siempre que el santo hablaba, ella se colocaba en las primeras filas para oírle mejor y no perderle palabra alguna. A sus compañeras que la reprendían por meterse allá entre ese montón de hombres a escucharle, ella les decía: "Es que mi corazón me dice que es un santo, y a los santos no se les puede perder palabra". La amistad con Don Bosco hizo crecer a pasos agigantados en santidad a la muchacha de Mornese. Don Bosco constató que aquellas muchachas que dirigía el Padre Pestarino eran excelentes candidatas para ser religiosas, y con ellas fundó la Comunidad de Hijas de María Auxiliadora, o salesianas, que hoy en día son más de 16.000 en 75 países, y su Congregación es la segunda en número en todo el mundo. El santo fue a comunicarle la bella noticia al Santo Padre el Papa Pío IX, el cual la aprobó con gran alegría y así el 5 de agosto de 1857 nació oficialmente esta gran congregación religiosa a la cual Don Bosco declaró "Monumento de gratitud a María Auxiliadora".

A partir de 1880 Madre Mazzarello comienza a declinar en su salud. Antes de despedirse de Don Bosco definitivamente, el santo le cuenta una historia en la que la Muerte entra a un convento y al no encontrar a nadie a quien llevarse, le dice a la Madre Superiora que la siga. De esta manera le predecía su muerte. Al alba del sábado 14 de mayo, Madre Mazzarello muere. Tenía tan sólo 44 años y las salesianas eran entonces 200 en 27 casas en Italia, Francia, Argentina y Uruguay. 


Maín, mujer de comunicación, capaz de diálogo y de reciprocidad, unificada en torno a un valor, en torno al Amor, da vida a comunidades educativas que se forman y maduran en un clima caldeado por el espíritu de familia, por la sinceridad y espontaneidad de las relaciones y por una gran alegría. Allí, comunicar no es sólo hablar, es, sobre todo, compartir, dar y recibir, con un estilo de fraterna libertad y apertura de corazón.

Quien entra en contacto con la figura de María Mazzarello queda impresionado al ver hasta qué punto lo extraordinario nace de lo ordinario de su vida, que es toda ella una demostración de cómo Dios hace “grandes cosas” con quien lo ama.

Contemplada a la luz de María Auxiliadora, Madre Mazzarello nos repite hoy con su santidad: “ Todas las generaciones me llamarán Bienaventurada”, porque convertida en madre de muchas hijas, es como la lámpara puesta en alto, que ilumina el corazón de cada Hija de María Auxiliadora y de multitud de jóvenes.

María Augusta Carrión.