Madre Mazzarello es
“maestra” de vida por la sabiduría con la que supo extraer
lo mejor de la vida, con sus dulzuras y sinsabores, transformándolos en el
perfume agradable de la cercanía y la amabilidad; de la bondad y la firmeza que
conquistan. En
su breve e intensa existencia pudo conocer solo los inicios de la vitalidad que
encarnaba aquella pequeña y preciosa semilla, transportada desde Mornese a
Francia, a Sicilia y más allá de los confines de Italia, cruzando el océano
hasta llegar a América. Decir “Mornese” es por
tanto referirse a una mujer que, en aquel ambiente, tenía el papel de presidir
la comunidad y formar a las jóvenes educadoras según el «sistema preventivo» de
Don Bosco, o según el «espíritu del Oratorio» de Valdocco.
Cada 9 de mayo de 1837 recordamos su nacimiento en Mornese, como
todos sus hermanos, creció en un ambiente pueblerino de mucho trabajo. Los Mazzarello
se transladaron a una vereda cercana al pueblo de nombre Valponasca y desde ese lugar, que llegaría a
tener un gran significado para la espiritualidad salesiana, María asistía a los
deberes de su religión, destacándose en todo lo que tuviera que ver con la
catequesis. Se educó en el trabajo y vivió para el trabajo, ayudaba a su madre
en las tareas del hogar y a su padre en las labores del campo. No estaba entre
sus pensamientos ponerse a estudiar porque, entre otras cosas, en su pueblo no
había escuela para niñas. Cuando tuvo edad comenzó a ir a la catequesis y a los dieciséis años se inscribió en la Pía Unión de las
Hijas de la Inmaculada. Perteneció a ellas durante dieciséis años
que dejaron huella en la joven María.
Su amor hacia un único hombre fue
sincero y eterno, ese hombre fue Jesús, a lo largo de la vida de María
Mazzarello aparecieron muchas personas que lograron que ella abra sus alas
hacia el servicio, entre ellas está el Padre Pestarino, el uno de los ángeles
que María Mazzarello recibió en su vida y en su corazón. Así ella recibe un
mensaje de María Auxiliadora en el que le decía que le confiaba todas las niñas
que la necesitaban , gracias a esto logra crear una escuelita donde enseñaban a
las niñas a bordar, muy empeñosa y muy consciente de la dulce responsabilidad
que ella tenía.
En la vida de
Mazzarello hay una fecha que jamás podrá olvidar, porque marcó para siempre el
rumbo de su vida. Es el 7 de octubre de 1864, el día en que San Juan Bosco fue
por primera vez a Mornese. Mazzarello
no había visto nunca a Don Bosco, pero esa noche, apenas le oyó su primer
sermón quedó encantada y llena de admiración. Y en esos días siempre que el
santo hablaba, ella se colocaba en las primeras filas para oírle mejor y no
perderle palabra alguna. A sus compañeras que la reprendían por meterse allá
entre ese montón de hombres a escucharle, ella les decía: "Es que mi
corazón me dice que es un santo, y a los santos no se les puede perder
palabra". La amistad con Don Bosco hizo crecer a pasos agigantados en
santidad a la muchacha de Mornese. Don Bosco constató que aquellas muchachas
que dirigía el Padre Pestarino eran excelentes candidatas para ser religiosas,
y con ellas fundó la Comunidad de Hijas de María Auxiliadora, o salesianas, que
hoy en día son más de 16.000 en 75 países, y su Congregación es la segunda en
número en todo el mundo. El santo fue a comunicarle la bella noticia al Santo
Padre el Papa Pío IX, el cual la aprobó con gran alegría y así el 5 de agosto
de 1857 nació oficialmente esta gran congregación religiosa a la cual Don Bosco
declaró "Monumento de gratitud a María Auxiliadora".
A partir de 1880 Madre
Mazzarello comienza a declinar en su salud. Antes de despedirse de Don Bosco definitivamente,
el santo le cuenta una historia en la que la Muerte entra
a un convento y al no encontrar a nadie a quien llevarse, le dice a la Madre
Superiora que la siga. De esta manera le predecía su muerte. Al alba del sábado 14
de mayo, Madre Mazzarello muere. Tenía tan sólo
44 años y las salesianas eran entonces 200 en 27 casas en Italia, Francia, Argentina y Uruguay.
Maín, mujer de
comunicación, capaz de diálogo y de reciprocidad, unificada en torno a un
valor, en torno al Amor, da vida a comunidades educativas que se forman y
maduran en un clima caldeado por el espíritu de familia, por la sinceridad y
espontaneidad de las relaciones y por una gran alegría. Allí, comunicar no es
sólo hablar, es, sobre todo, compartir, dar y recibir, con un estilo de
fraterna libertad y apertura de corazón.
Quien entra en
contacto con la figura de María Mazzarello queda impresionado al ver hasta qué
punto lo extraordinario nace de lo ordinario de su vida, que es toda ella una
demostración de cómo Dios hace “grandes cosas” con quien lo ama.
Contemplada a la luz
de María Auxiliadora, Madre Mazzarello nos repite hoy con su santidad: “ Todas
las generaciones me llamarán Bienaventurada”, porque convertida en madre de
muchas hijas, es como la lámpara puesta en alto, que ilumina el corazón de cada
Hija de María Auxiliadora y de multitud de
jóvenes.
María Augusta Carrión.